De pronto, el demonio de la
envidia se poso a roer el corazón del acaudalado vecino de tal modo que
la noche de Fin de Año nizo que su mujer preparase cinco gansos y se los
fue a ofrecer al rey, diciéndole:
- Majestad, os saludo y os
ruego que aceptéiseste modesto presente. El rey pensó: "¡Por mis barbas, esto
empieza a ser ya una costumbre! Pero, vamos a ver si éste es tan
listocomo el otro". Y le encargó que repartiero los gansoso entre la
familia real. El hombre se rascó la cabeza, después la punta de la
nariz, pero no sabía cómo hacerlo. ¿Cómo repartir cinco gansos entre
seis personas?
Al final el rey perdió la
paciencia. Mandó traer a Juanito y le expuso el problema.
El muchacho dijo:
- Majestad, en cada secuencia
del reparto la cantidad será la misma.
El primer ganso se lo dio al
rey, diciéndole:
- Majestad, vos, vuestra esposa
y este ganso suman tres.
Luego dio otro ganso a las dos
hijas del rey y dijo. -
También suman tres.
...y otro ganso para los dos
hijos - Siguen sumando
tres. Para terminar,
cogió los dos gansos restantes y dijo: - Estos dos gansos y yo suman también tres. ¿Veís cómo
salen las cuentas? El
rey se echó a reír y le dio una bolsa llena de dinero al muchacho,
además de los gansos. Entonces, Juanito dijo al adinerado vecino, que se
tiraba de los cabellos, llevado de la rabia y la envidia:
- Soy demasiado pequeño para
llevar estos gansos. Te daré uno, de este modo estaremos igualados tú y
yo. El hombre cogió con
un gento el gansoy salió sin dar las gracias. Juanito se marchó a su casa y festejó
felizmente el primer día del año, junto a su familia.